Por Coraina da la Plaza, coordinadora de la Alianza ¡Manos Fuera de la Madre Tierra! (HOME, por sus siglas en inglés de Hands Off Mother Earth!,); y Oli Munnion, editor del sitio Monitor de geoingeniería.
Los impactos del cambio climático se están sintiendo en todo el mundo y los países del Sur Global son los más afectados a pesar de que son los que menos han contribuido a esta crisis. Los récords globales de temperaturas muestran que el 2023 fue el año más cálido desde que comenzaron los registros, y ya se han batido numerosos récords en lo que va de 2024. Mientras tanto, somos testigos de una presión agresiva para normalizar las propuestas de geoingeniería.
La geoingeniería se refiere a la intervención tecnológica en gran escala para manipular los océanos, los suelos y la atmósfera de la Tierra con el fin de “arreglar” la crisis climática a través del control del clima. Los modelos de geoingeniería van desde rociar aerosoles en la estratósfera para bloquear la llegada de la luz solar a la Tierra, hasta absorber carbono de la atmósfera e inyectarlo a gran profundidad bajo tierra. [1] Independientemente del modelo, lo que todas estas propuestas tienen en común es que son soluciones engañosas a la crisis climática y desvían la atención de las soluciones reales. Esto le da a los gigantes contaminadores la excusa perfecta para seguir con sus negocios como acostumbran, sin considerar los graves impactos (probablemente irreversibles) en los ecosistemas y medios de vida, además de exacerbar el patriarcado, el neocolonialismo, la inequidad y la injusticia climática.
Los profundos impactos que podría traer el despliegue a gran escala de tecnologías de geoingeniería ya han sido reconocidos por la comunidad internacional. Desde 2010 existe de facto una moratoria sobre geoingeniería en el marco del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), que acepta las probables consecuencias catastróficas para la biodiversidad y los medios de vida. La Convención de Londres o Protocolo de Londres (LC/LP, por sus siglas en inglés), que hace foco en los océanos y la vida marina, prohíbe la fertilización de los océanos, un tipo de geoingeniería marina. El año pasado, la Conferencia Ministerial Africana sobre Medio Ambiente (ACMEN, por sus siglas en inglés) pidió que se implementara un Acuerdo Internacional de No Uso de Geoingeniería Solar. Sin embargo, los defensores de la geoingeniería están decididos a socavar estos acuerdos multilaterales.
Por ejemplo, en la reunión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) celebrada el año pasado en Dubai (COP28), tuvieron lugar un gran número de eventos en el Pabellón de los Océanos que impulsaron técnicas de geoingeniería, pero ninguno de ellos abordó seriamente los impactos potenciales de sus propuestas. Mientras tanto, dentro de las salas de negociación, las partes continuaron luchando con las normas sobre los mercados de carbono y el riesgo de permitir tecnologías dañinas de geoingeniería de eliminación de dióxido de carbono.
Otro intento reciente de legitimar la geoingeniería en los espacios de la ONU fue una resolución sobre Modificación de la Radiación Solar (MRS) presentada por el gobierno suizo durante la 6ª Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-6), cuyo objetivo era convocar a un grupo de expertos para examinar los “posibles beneficios y riesgos” de la MRS y llevar a cabo una evaluación científica. En la Conferencia de los Océanos de la ONU llevada a cabo en abril de este año, grupos sin fines de lucro, como Ocean Visions, que impulsan la geoingeniería marina, organizaron una serie de eventos bajo el paraguas de la conferencia.
Sin embargo, los defensores de la geoingeniería también experimentaron algunos contratiempos significativos debido a un mayor conocimiento entre los responsables de las tomas de decisiones y las organizaciones de la sociedad civil sobre los riesgos de estas falsas soluciones y la creciente comprensión de por qué es crucial detener en seco las propuestas de geoingeniería.
Durante días de negociaciones en la UNEA-6, el Grupo Africano junto con otros países del Sur Global abogaron con firmeza por cualquier resolución sobre MRS que reconozca la moratoria existente de geoingeniería de la CDB y por que la Asamblea reafirme el enfoque precautorio pidiendo un acuerdo internacional de no uso de geoingeniería solar. La resolución del gobierno suizo comenzó a perder apoyo, las negociaciones se estancaron y finalmente la resolución fue retirada. Esto fue celebrado por los grupos de la sociedad civil que creían que esto posiblemente legitimaría la forma más peligrosa de geoingeniería.
Solo unas semanas después del retiro de la resolución de la UNEA-6, la Universidad de Harvard anunció la cancelación del Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica (ScoPEx, por sus siglas en inglés de Stratospheric Controlled Perturbation Experiment). Scopex fue anunciado en el año 2015 y estaba destinado a ser el primer experimento al aire libre dirigido a probar la inyección de aerosoles estratosféricos (SAI, Stratospheric Aerosol Injection), la tecnología MRS más destacada. El experimento SCoPEx consistió básicamente en liberar a la estratósfera carbonato de calcio, un polvo mineral común y otros materiales como sulfatos. Pero lo más importante es que, de haber tenido éxito, habría desempeñado un papel importante en la normalización de la geoingeniería y en impulsar al mundo hacia su implementación. Desde su inicio, SCoPEx ha apuntado consistentemente a los territorios de los pueblos indígenas como campos de prueba para sus experimentos y, como consecuencia, las Organizaciones de los Pueblos Indígenas y sus aliados de la sociedad civil han luchado incansablemente para que el proyecto sea cancelado. La Red Ambiental Indígena (IEN, por sus siglas en inglés) destacó cómo los experimentos SCoPEx “serían desastrosos para el clima, el medio ambiente, la humanidad y toda la vida tal como la conocemos” y que cualquier tipo de MRS es una violación de la cosmovisión indígena. Su cancelación fue una victoria bien merecida en la lucha contra las soluciones tecnológicas.
Junto a estas victorias clave, más de 490 académicos de una diversa gama de orígenes y más de 60 países, así como 200 organizaciones de la sociedad civil, firmaron una carta abierta en la que piden un acuerdo internacional de no uso de geoingeniería solar. La Alianza ¡Manos Fuera de la Madre Tierra! (HOME!) ahora es una voz poderosa en la lucha contra la geoingeniería y, más allá de los muchos obstáculos para protestar en la COP28 el pasado diciembre, la sociedad civil se movilizó para poner fin a las soluciones engañosas como la geoingeniería.
No obstante, los defensores de la geoingeniería están lejos de renunciar a la idea de que el cambio climático se puede resolver con estas tecnologías no probadas, peligrosas y contaminantes. Actualmente hay alrededor de 11 iniciativas significativas y en curso relacionadas con la MRS, y este número es dramáticamente mayor si se incluyen otras formas de geoingeniería, como la eliminación de dióxido de carbono marino y terrestre. Por ejemplo, la Universidad de Chicago está construyendo su iniciativa “Ingeniería de Sistemas Climáticos” y hace un par de semanas, un consorcio de grupos que incluye a SilverLining, la Universidad de Washington y el grupo de investigación SRI, con sede en Silicon Valley, llevó a cabo la primera prueba al aire libre de Estados Unidos sobre el brillo de las nubes marinas (MCB, por sus siglas en inglés de Marine Cloud Brightening). [2] El Programa Mundial de Investigación Climática (PMIC), también lanzó recientemente una “Actividad faro” o Actividad Ligthhouse (LHA, por sus siglas en inglés) sobre la “investigación de la intervención climática”, y prevemos futuras batallas en las próximas negociaciones multilaterales sobre el clima en la CMNUCC COP29 que se llevará a cabo en noviembre de este año.
No se trata de desanimarse, los reveses mencionados son victorias importantes para la justicia climática y muestran el poder que las voces de los pueblos indígenas y la sociedad civil pueden tener para dar forma a un futuro sostenible y justo. Sin embargo, queda mucho trabajo por delante y es crucial que sigamos movilizándonos contra las propuestas de geoingeniería. La urgencia de abordar la crisis climática no puede conducir a la proliferación de soluciones falsas que sólo desvían la atención de las soluciones reales que ya están a nuestro alcance.
[1] En general las propuestas de geoingeniería encajan en dos categorías: las técnicas de (MRS) Modificación de la Radiación Solar (SRM, por sus siglas en inglés) pretenden reflejar la luz del sol de vuelta al espacio e incluyen toda una variedad de ideas, desde poner espejos en órbita, rociar toneladas de sulfatos en la estratósfera, hasta modificación de nubes, plantas y hielo para que reflejen más la luz solar; y las propuestas para la Remoción de Dióxido de Carbono (CDR) postulan que es posible extraer el carbono de la atmósfera a escala masiva usando una combinación de métodos mecánicos y biológicos, desde sembrar los océanos con gránulos de hierro para crear floraciones de plancton, hasta crear bosques mecánicos de “árboles artificiales”.
[2] MCB (Marine Cloud Brightening) es una técnica de geoingeniería de gestión de la radiación solar que tiene como objetivo hacer que las nubes sean más brillantes para reflejar (una parte de) la luz solar entrante de vuelta al espacio.