Por Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC
Retomado de La Jornada, México, 1 de abril de 2017
El 24 de marzo 2017 se realizó un foro en Washington DC, Estados Unidos, sobre geoingeniería solar –formas de alterar la intensidad de los rayos solares que llegan a la Tierra, supuestamente para contrarrestar el calentamiento global. Esto tendría una serie de fuertes impactos injustamente repartidos en el globo, como más sequías y desequilibrios climáticos en Asia, África y América Latina. Quienes promueven estas tecnologías afirman que eso sería “un mal menor”. Claro, no será en su territorio donde ocurrirán los peores impactos con la aplicación de estas tecnologías.
Se anunció allí la intención de realizar en 2018 el experimento de geoingeniería solar más grande hasta el momento, a cargo de un equipo de la Universidad de Harvard, a menos de 100 kilómetros de la frontera con México. Según David Keith, que lidera el proyecto, llamado Perturbación Estratosférica Controlada o SCoPEx (por sus siglas en inglés), se hará en colaboración con la empresa espacial privada World View, en su puerto espacial privado en Tucson, Arizona. Planean esparcir partículas de sulfato, calcio y otras sustancias en la estratósfera con un globo y usar drones equipados con sensores para estudiar las reacciones químicas y físicas. Keith está financiado entre otros por Bill Gates, pero buscan más fondos para este experimento. (http://tinyurl.com/mzpaodv).
Hay muchos impactos ambientales y de otros órdenes con los experimentos de geoingeniería (http://tinyurl.com/mj689pm). Este violará la moratoria de facto contra la geoingeniería establecida en el Convenio de Diversidad Biológica (CDB), que admite experimentos de pequeña escala, pero solamente en un entorno controlado y que no genere daños transfronterizos, lo cual este proyecto no puede asegurar. Estados Unidos no es parte del CDB, algo que aprovechan los geoingenieros.
El foro, organizado por los programas de geoingeniería de Harvard y la Universidad de California (UCLA), se enfocó en el estado técnico y de gobernancia de la geoingeniería para manejo de la radiación solar en Estados Unidos, otra paradoja, ya que la geoingeniería se propone modificar el clima global y no se puede “regular” en un solo país. Reunió a un centenar de académicos, funcionarios, periodistas y algunas ONG, entre ellas grandes conservacionistas ligadas a intereses de empresas trasnacionales, como Environmental Defense Fund y The Nature Conservancy, que se han sumado a la promoción de la geoingeniería. Que el foro se realizara en Washington DC, muestra la intención de captar apoyo gubernamental.
Pese al reciente decreto de Trump desmantelando el programa de cambio climático del anterior gobierno, seguramente no se opondrá, y podría apoyar activamente, este tipo de experimentos para construir un muro en el cielo –para tapar el sol, imitando el efecto de una erupción volcánica–, ya que varios de sus colaboradores más cercanos son ardientes defensores de la geoingeniería. La manipulación del clima es buen negocio, crea mercados cautivos, tiene potencial de uso bélico y no demanda reconocer qué o quién causa el cambio climático, ni hacer cambios en políticas y patrones energéticos. Por el contrario, permite seguir con las causas que calientan el planeta y hacer negocios con tecnología para enfriarlo.
Por ello, entre los conocidos promotores de la geoingeniería en la administración Trump está Rex Tillerson, actual secretario de Estado, ex director de Exxon. Esta megaempresa petrolera ha promovido activamente la geoingeniería desde hace décadas, por ejemplo a través de Haroon Keshgi, jefe del programa de cambio climático de Exxon. Este año, la trasnacional logró incluso introducir a Keshgi en el equipo del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que está redactando el informe sobre cómo limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 grados, marco en el cual ya han propuesto que se considere la geoingeniería. Tillerson declaró en diciembre 2016, que el cambio climático no es más que un “problema de ingeniería”. (Ver ETC Group, http://tinyurl.com/m4dkhkf)
Otro prominente defensor de la geoingeniería del gobierno Trump es David Schnare, del equipo de transición de Trump y hasta marzo 2017 alto funcionario de la EPA. Ser un conocido negador del cambio climático no le impidió trabajar desde 2007 por la inclusión de un plan multianual de apoyo oficial a la geoingeniería y estuvo a punto de lograr que un comité del Senado le aprobara “discretamente” (titulado con otro nombre) 5 millones de dólares para ello, pero un periodista difundió la maniobra y fue cancelado. Schnare sigue pujando porun programa de apoyo público a la geoingeniería, particularmente para alterar la radiación solar. En 2009 explicaba en una lista sobre geoingeniería cómo enfrentar a los críticos, “hay que desafiarlos a elegir entre la muerte por daño económico [por cambiar el modelo petrolero], la muerte por inacción política, la muerte por cambio climático o la vida gracias a la geoingeniería”. Un discurso curiosamente convergente con el de David Keith.
Newt Gringich, ex congresista, vocero y notorio colaborador del equipo de Trump, es otro agresivo promotor de la geoingeniería. En el American Enterprise Institute, uno de los institutos financiados por la industria petrolera para producir informes que negaran el cambio climático, estableció un proyecto a favor de la geoingeniería.
Negar el cambio climático no se contrapone sino que va en la misma dirección que la geoingeniería: se trata de no cambiar las causas reales del problema y justificar que los grandes emisores puedan seguir sus negocios como siempre, o mejor dicho, aumentarlos con los negocios de comercio de carbono y tecnologías de geoingeniería.
*Investigadora del Grupo ETC